Ocurrió así: Esperaba el metro en el andén, cerca de las
diez de la mañana. Al lado, un chico de unos 17 años, rubio delgado, pelilargo,
con chaquetón oscuro y portando una caja de plástico como esas que usan los artesanos
también aguardaba. De pronto apareció un vigilante de seguridad azul que lo
conminó a subir. El chico se resistió y se apegó a la pared, mientras el otro pedía
refuerzos; otro guardia bajó corriendo las escaleras como si se tratara de un
operativo y luego otro hablando por walkie talkie.
Al ver este desigual forcejeo tuve una especie deja vu e imaginé lo que vendría: golpes, gritos,
chico lesionado. Entonces me aproximé y sintiéndome protegida por mi abrigo
Loden Haus verde dije con voz de autoridad: ”¿Qué pasa? Soy periodista y
necesito saber por qué lo llevan detenido?”. Hubo un breve silencio y caras de sorpresa.-
- - ¡Me dijo aweonao, respondió el primer guardia, y
se pasó saltando el torniquete sin pagar!-. .
-
- Es que
le pedí que me dejara pasar porque no me alcanzaba la plata para el boleto. Le
expliqué que tengo seis cachorritos esperando que les vaya a dar de comer y tengo
que llegar a mi casa, pero no me escuchó.. No entiendo tanta incomprensión!-¿Cómo
podís ser tan inhumano!- replicó el trasgresor.
- - ¡Pero yo no lo puedo dejar pasar, tiene que pagar
su pasaje. Vamos pa arriba no más!-. insistió el de seguridad y ayudado por los refuerzos intentó llevarlo.
-
- ¡Sácame, puh; pégame!- gritó el chico temblando no sé, si de ira o de miedo,
mientras los otros guardias trataban de sujetarlo.
-
Sentí que la situación se estaba pareciendo a
una pelea de perros, donde el más chico enseña los dientes a sabiendas de que
va perder y los más grandes no responderán a ningún disuasivo hasta lograr
darle un escarmiento. Entonces me interpuse entre ambos diciéndole al chico: ¡Basta,
cálmate, vamos a pagar! Lo agarré del brazo y lo arrastré hasta la boletería
diciéndole a los guardias que había que dialogar y buscar soluciones, que a golpes
no llegamos a ninguna parte, que yo me hacía cargo, que ya bastaba de tonteras,
porque los perritos estaban esperando…..
-
Cargamos la tarjeta de estudiante y bajamos
corriendo justo para alcanzar el tren. El chico pidió que lo perdonara, que atropellaron
a su perrita, la madre de los cachorros, y que estaba tratando de sacarlos adelante.
Que se quedó sin plata, que le dio rabia, que nunca le había pasado algo así ….
-
Le dije que con la pura rabia no se puede llegar
a ninguna parte, menos en este país donde la ira se está acumulando
peligrosamente, que debe aprender a convivir. Y me sentí como mi madre o como
cualquier madre que debe mediar a menudo con los conatos de los hijos.
-
Pensé en el rol atávico de las mujeres en
tiempos de enfrentamientos y guerra y recordé a Teresa Valdés- que por entonces
era una de las líderes del movimiento “Mujeres
por la Vida”- parada en medio de una cancha en La Bandera, cuando vino el Papa
Juan Pablo II a Chile, en 1986. Parada y con los brazos abiertos gritando ¡“No
tiren piedras”! mientras otras mujeres nos sumábamos haciendo un potente coro y
formando una barrera entre esos manifestantes rabiosos y el resto de la gente
que esperaba el inicio del acto, dispuestas a recibir los peñascazos, que
afortunadamente no nos llegaron….
-
Pensé en las alcaldesas Errázuriz y Toha
tratando de dialogar con los alumnos en toma de colegios y vi en contraste a otras mujeres avivando
la cueca de la violencia. Me dije entonces que no la cosa no va necesariamente
por el hecho de llevar faldas o pantalones. Que los atributos de género
masculino femenino no se explican solamente por el sexo (mire usted el ejército
de las Amazonas; las damas de hierro; las vociferantes, las implacables).
-
Vuelvo a verme en la despedida con el chico, que
ya no tiembla y que me agradece haberlo “salvado”. No alcanzo a responder que
también tuve miedo y que el mío fue un reflejo ético-estético, porque las
golpes me resultan intolerables y los enfrentamientos desiguales también.