jueves, 8 de diciembre de 2011

Puerto Cabello (Historias venezolanas)



Salió muy compuestita de su casa, una antigua casona con el revestimiento corroído por la sal marina, en Puerto Cabello. Caminó moviendo las caderas de nínfula por el estrecho callejón y al poco rato se sintió un silbido. Un chico flacuchento color chocolate, que escuchaba un rap en su teléfono móvil, la interceptó e intentó abrazarla. Ella se desprendió con un movimiento ágil del hombro derecho y siguió por la perpendicular rumbeando para el malecón. Un sonido de celular la detuvo……

Escuchó un segundo y siguió avanzando entre risas. De pronto, un barco, una enorme nave de color blanco con bandera finlandesa, avanzó hasta situarse paralelamente a la baranda del malecón. Alguien que había seguido sus pasos rememoró una escena de Amarcord, esa película de Fellini donde todos esperan una encantada que debe llegar por la noche, y pensó -como tantas veces antes- que eso del realismo mágico era un invento de quienes necesitan explicarse lo que está fuera de su cotidiano racionalmente ordenado. O tal vez nunca estuvieron en el Caribe o sus cercanías. Ni conocieron historias como la de este puerto que, según se dice, tiene aguas tan tranquilas que se puede amarrar barcos de gran calado “con la hebra de un cabello.http://www.mipunto.com/venezuelavirtual/000/002/003/005/004/000.html

Pero ahora la historia es otra y también la protagonista. Porque bajo el sol tórrido de mediodía la chica se ha detenido para observar lo que ocurre a unos cuantos metros. Globos de colores anuncian una celebración; un grupo de estudiantes afinan instrumentos a un costado y en otro, niños con disfraces de árboles y flores se preparan nerviosos para presentar una obrita de contenido ecológico que han ensayado durante semanas. Un señor vestido con impecable camisa blanca de manga corta y sombrero de paja lee observa un cartel, mientras espera que algo comience. Por aquí y por allá unos leen poesía y otros cuentan cuentos sobre vacas memoriosas y sobre un burro enamorado. Es una fiesta sin duda, de la cual no estaba enterada.

La señora de pelo blanco que observa tras la reja de su ventana sí sabe del acontecimiento, porque su hija profesora es una de las participantes del encuentro de literatura http://sitiocero.net/2011/leer-para-crecer/, que desde hace dos días la lleva de un lado a otro. Ella no irá, porque a sus años ya no está para tantos desplazamientos, pero feliz observa y conversa con los transeúntes que hoy están de visita. Habla de sus antecesores holandeses que arribaron a este puerto hace muchísimos años. Cuenta historias de piratas y corsarios, cuando españoles y franceses, como el temible Jean David Nau, el Olonés, asolaban estas costas.


El Olonés es uno de los personajes de la novela “Las aguas tenían reflejos de plata”http://www.prisaediciones.com/ve/libro/las-aguas-tenian-reflejos-de-plata/ de la escritora Laura Antillano. Ella ciertamente tiene predilección por este puerto principal de Carabobo, porque también lo eligió como ciudad de origen de la romántica y vanguardista Leonora de “Solitaria Solidaria”, una mujer del siglo XIX que logra cautivar a una historiadora y académica del siglo XX.

Es Laura, precisamente, http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/antillano/bio.htm la que está detrás de este encuentro de literatura y de esta fiesta en el boulevard de Puerto Cabello, que ha motivado a la niña de minifalda azul a interrumpir su paseo al malecón y a descartar la cita con el chico del rap, para continuar la rumba por otros derroteros. 


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