Salió muy compuestita de su casa, una
antigua casona con el revestimiento corroído por la sal marina, en Puerto
Cabello. Caminó moviendo las caderas de nínfula por el estrecho callejón y al
poco rato se sintió un silbido. Un chico flacuchento color chocolate, que
escuchaba un rap en su teléfono móvil, la interceptó e intentó abrazarla. Ella
se desprendió con un movimiento ágil del hombro derecho y siguió por la
perpendicular rumbeando para el malecón. Un sonido de celular la detuvo……
Escuchó un segundo y siguió avanzando entre
risas. De pronto, un barco, una enorme nave de color blanco con bandera
finlandesa, avanzó hasta situarse paralelamente a la baranda del malecón.
Alguien que había seguido sus pasos rememoró una escena de Amarcord, esa
película de Fellini donde todos esperan una encantada que debe llegar por la
noche, y pensó -como tantas veces antes- que eso del realismo mágico era un
invento de quienes necesitan explicarse lo que está fuera de su cotidiano
racionalmente ordenado. O tal vez nunca estuvieron en el Caribe o sus cercanías.
Ni conocieron historias como la de este puerto que, según se dice, tiene aguas
tan tranquilas que se puede amarrar barcos de gran calado “con la hebra de un
cabello”.http://www.mipunto.com/venezuelavirtual/000/002/003/005/004/000.html
Pero ahora la historia es otra y también la
protagonista. Porque bajo el sol tórrido de mediodía la chica se ha detenido para
observar lo que ocurre a unos cuantos metros. Globos de colores anuncian una celebración;
un grupo de estudiantes afinan instrumentos a un costado y en otro, niños con
disfraces de árboles y flores se preparan nerviosos para presentar una obrita de
contenido ecológico que han ensayado durante semanas. Un señor vestido con impecable
camisa blanca de manga corta y sombrero de paja lee observa un cartel, mientras
espera que algo comience. Por aquí y por allá unos leen poesía y otros cuentan
cuentos sobre vacas memoriosas y sobre un burro enamorado. Es una fiesta sin
duda, de la cual no estaba enterada.
La señora de pelo blanco que observa tras
la reja de su ventana sí sabe del acontecimiento, porque su hija profesora es
una de las participantes del encuentro de literatura http://sitiocero.net/2011/leer-para-crecer/,
que desde hace dos días la lleva de un lado a otro. Ella no irá, porque a sus
años ya no está para tantos desplazamientos, pero feliz observa y conversa con
los transeúntes que hoy están de visita. Habla de sus antecesores holandeses
que arribaron a este puerto hace muchísimos años. Cuenta historias de piratas y
corsarios, cuando españoles y franceses, como el temible Jean David Nau, el Olonés,
asolaban estas costas.
El Olonés es uno de los personajes de la novela “Las aguas tenían reflejos de plata”http://www.prisaediciones.com/ve/libro/las-aguas-tenian-reflejos-de-plata/ de la escritora Laura Antillano. Ella ciertamente tiene predilección por este puerto principal de Carabobo, porque también lo eligió como ciudad de origen de la romántica y vanguardista Leonora de “Solitaria Solidaria”, una mujer del siglo XIX que logra cautivar a una historiadora y académica del siglo XX.
Es Laura, precisamente, http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/antillano/bio.htm la
que está detrás de este encuentro de literatura y de esta fiesta en el boulevard
de Puerto Cabello, que ha motivado a la niña de minifalda azul a interrumpir su
paseo al malecón y a descartar la cita con el chico del rap, para continuar la
rumba por otros derroteros.
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