
Intento dormir , mientras escucho el diálogo que la adolescente sentada detrás de mío en el bus Santiago Valparaíso sostiene con alguien, ignoto, celular en mano, en un fraseo sincopado
Ya puh
Porfa
Qué te cuesta
Déjame las llaves
¿Qué voy a hacer yo dos horas esperándote?/
Ando con caleta de cosas/un archivador gigante
Ya puh/porfa/ qué te cuesta.
Casi en papalelo, el hombre sentado en el asiento de adelante contesta un llamado. Es su hermana Gabriela, que no puede abrir el notebook donde está su tesis y pide ayuda, porque está en cama con fiebre. Me entero que es su hermana, porque él lo relata a continuación a su madre la que llama,casi enseguida después de cortarle a Gabriela, para decirle que la chica le ha arruinado el fin de vacaciones, que ya no la soporta, que es su carrera no la suya:
“Que se tome una dipirona y un tapsin y que se levante y vaya a un servicio técnico. Es su tesis no la mía y yo plata para la universidad no le doy más. Para ir a la televisión a programas como “Morandé con compañía” no tiene fiebre y se levanta altiro. Pendeja. Y más encima no me ayuda en nada, ni siquiera es capaz de pagarme las cuentas….”
Atrás sigue implorando la chica joven: Ya puh /por fa / qué te cuesta/ es que esta vez es distinto/ pásame las llaves
Miro el paisaje por la ventanilla. Hay sol, pero también nubes. Las montañas se ven semi iluminadas y los tonos verdes se difuminan entre ocres y grises ¡ Son tan lindos los valles de Curacaví y tan poética la cordillera de la costa, vista desde la altura del bus.
Siguen sonando los teléfonos a mi alrededor – ¡¡ son recién las nueve de la mañana!!- , y los diálogos se entrecruzan. “Por supuesto que te van a ir a buscar al aeropuerto, no te preocupes. ¿No ha llegado la señora María Angélica? Ella se va hacer cargo de todo. Sí, habrá alguien con un letrero con tu nombre, supongo. ¿ya retiraste la maleta?” oigo la voz pausada de una mujer joven ,que ocupa su asiento y el del lado con una gran bolso de cuero negro. Ha transformado el espacio en una especie de oficina móvil y mientras revisa carpetas vuelve a su BB (blackberry).
- Agencia? Sí, ¿habrá alguien esperando en el aeropuerto? Ah ¿y tendrá alguna identificación? Claro sí, el nombre. No, está recogiendo las maletas todavía. Sí, ¿la señora María Angélica… está ahí? Ah, qué bueno ….
La masificación de los celulares ha transformado los viajes. Antes uno leía, dormía o miraba el paisaje; de vez en cuando un compañero/a parlanchín te daba la lata. Hoy los viajes son promiscuos y quieras o no te enteras de cosas insólitas. Te queda solo el recurso del audífono, para aislarte o un gran poder de concentración. La oficina se traslada al bus y la familia se sube entera gracias al portable.
La cantidad de teléfonos celulares en Chile llegó a 15,88 millones a finales de 2008, según datos que entregaron a comienzos de 2009 las principales empresas del sector. El número de habitantes del país es de unos 16,2 millones. Saquen la cuenta: casi uno por persona
En comparación con 2007 ha habido un aumento del 8,8 por ciento; bastante más que el crecimiento de la economía nacional.
Otra información dice que la tasa de penetración en el mercado de la telefonía móvil aumentó en más de un 60 por ciento en diez años. Y es casi el doble que en países como Argentina,, Brasil y México y muy parecida a la de Japón y Corea.
Nada de raro entonces que en un simple viaje Santiago Valparaíso (o viceversa) puedas escuchar tantas conversaciones a la vez. Fantaseo con la idea de escribir una obra de teatro, un guión para una película. En fin.
En un viaje en tren entre Stuggart y París en el compartimento vecino al mío, viajaba un señor que daba órdenes a una mujer más joven que debía ser su secretaria. Trabajaron todo el trayecto; él leía documentos y de vez en cuando pedía que le hicieran llamadas; cotizaban precios, pedían presupuestos hablando indistintamente en francés y en alemán. Eso fue hace menos de diez años y me pareció asombroso. Hoy la escena se repite en cualquier café de Santiago (con o sin secretaria). Pero aún el tren conserva algo de privacidad (pero ya casi no tenemos viajes largos de tren. La última vez que tomé trenal sur, hace dos años, fue una verdadera aventura).
Paul Virilio, el urbanista y arquitecto francés que ha escrito sobre la velocidad y el vértigo que traen aparejadas las nuevas tecnologías viene advirtiendo sobre esta “catástrofe” desde hace años (http://aleph-arts.org/pens/speed.html). Y cada vez agrega nuevas asociaciones. En enero de 2009 montó una instalación en París en la Fundación Cartier, donde hablaba de migraciones y nomadismo. «El sedentarismo y el nomadismo han cambiado de naturaleza. (…) El sedentario es aquel que se encuentra en casa en cualquier sitio, con el móvil (el celular para nosotros), el ordenador, en el ascensor, en el avión o en el tren de alta velocidad. Éste es el sedentario. En cambio, el nómada es aquel que no se encuentra en casa en ningún sitio.» decía desde de las pantallas que formaban parte de su instalación.
Por cierto no es el único que se refiere al tema. El investigador Dan Schiller explica lo que otros llaman adicción a la comunicación constante diciendo que el celular es "un intento de recobrar el control sobre desarrollos no controlables de la sociedad".
Pero hay algo más, una suerte de omnipotencia: la chica del bus controla su pololo, amigo o quienquierasea, para adelantarse al hecho de quedarse en la calle. La mujer joven quiere tener dominio sobre lo que pasa a kilómetros suyo, en un aeropuerto. El hombre enojado quiere manejar a su hermana Y así se va componiendo una suerte de polifonía coral dodecafónica que lo llena todo. El bus, el café preferido del barrio, la micro, el taxi colectivo.
Para bien o para mal no va quedando lugar donde no se escuche un ring tone. Pero quizá haya un conjuro
¡Ya puh!
Porfa…
¿Qué te cuesta?
¡Apaga tu celular!
Ya puh
Porfa
Qué te cuesta
Déjame las llaves
¿Qué voy a hacer yo dos horas esperándote?/
Ando con caleta de cosas/un archivador gigante
Ya puh/porfa/ qué te cuesta.
Casi en papalelo, el hombre sentado en el asiento de adelante contesta un llamado. Es su hermana Gabriela, que no puede abrir el notebook donde está su tesis y pide ayuda, porque está en cama con fiebre. Me entero que es su hermana, porque él lo relata a continuación a su madre la que llama,casi enseguida después de cortarle a Gabriela, para decirle que la chica le ha arruinado el fin de vacaciones, que ya no la soporta, que es su carrera no la suya:
“Que se tome una dipirona y un tapsin y que se levante y vaya a un servicio técnico. Es su tesis no la mía y yo plata para la universidad no le doy más. Para ir a la televisión a programas como “Morandé con compañía” no tiene fiebre y se levanta altiro. Pendeja. Y más encima no me ayuda en nada, ni siquiera es capaz de pagarme las cuentas….”
Atrás sigue implorando la chica joven: Ya puh /por fa / qué te cuesta/ es que esta vez es distinto/ pásame las llaves
Miro el paisaje por la ventanilla. Hay sol, pero también nubes. Las montañas se ven semi iluminadas y los tonos verdes se difuminan entre ocres y grises ¡ Son tan lindos los valles de Curacaví y tan poética la cordillera de la costa, vista desde la altura del bus.
Siguen sonando los teléfonos a mi alrededor – ¡¡ son recién las nueve de la mañana!!- , y los diálogos se entrecruzan. “Por supuesto que te van a ir a buscar al aeropuerto, no te preocupes. ¿No ha llegado la señora María Angélica? Ella se va hacer cargo de todo. Sí, habrá alguien con un letrero con tu nombre, supongo. ¿ya retiraste la maleta?” oigo la voz pausada de una mujer joven ,que ocupa su asiento y el del lado con una gran bolso de cuero negro. Ha transformado el espacio en una especie de oficina móvil y mientras revisa carpetas vuelve a su BB (blackberry).
- Agencia? Sí, ¿habrá alguien esperando en el aeropuerto? Ah ¿y tendrá alguna identificación? Claro sí, el nombre. No, está recogiendo las maletas todavía. Sí, ¿la señora María Angélica… está ahí? Ah, qué bueno ….
La masificación de los celulares ha transformado los viajes. Antes uno leía, dormía o miraba el paisaje; de vez en cuando un compañero/a parlanchín te daba la lata. Hoy los viajes son promiscuos y quieras o no te enteras de cosas insólitas. Te queda solo el recurso del audífono, para aislarte o un gran poder de concentración. La oficina se traslada al bus y la familia se sube entera gracias al portable.
La cantidad de teléfonos celulares en Chile llegó a 15,88 millones a finales de 2008, según datos que entregaron a comienzos de 2009 las principales empresas del sector. El número de habitantes del país es de unos 16,2 millones. Saquen la cuenta: casi uno por persona
En comparación con 2007 ha habido un aumento del 8,8 por ciento; bastante más que el crecimiento de la economía nacional.
Otra información dice que la tasa de penetración en el mercado de la telefonía móvil aumentó en más de un 60 por ciento en diez años. Y es casi el doble que en países como Argentina,, Brasil y México y muy parecida a la de Japón y Corea.
Nada de raro entonces que en un simple viaje Santiago Valparaíso (o viceversa) puedas escuchar tantas conversaciones a la vez. Fantaseo con la idea de escribir una obra de teatro, un guión para una película. En fin.
En un viaje en tren entre Stuggart y París en el compartimento vecino al mío, viajaba un señor que daba órdenes a una mujer más joven que debía ser su secretaria. Trabajaron todo el trayecto; él leía documentos y de vez en cuando pedía que le hicieran llamadas; cotizaban precios, pedían presupuestos hablando indistintamente en francés y en alemán. Eso fue hace menos de diez años y me pareció asombroso. Hoy la escena se repite en cualquier café de Santiago (con o sin secretaria). Pero aún el tren conserva algo de privacidad (pero ya casi no tenemos viajes largos de tren. La última vez que tomé trenal sur, hace dos años, fue una verdadera aventura).
Paul Virilio, el urbanista y arquitecto francés que ha escrito sobre la velocidad y el vértigo que traen aparejadas las nuevas tecnologías viene advirtiendo sobre esta “catástrofe” desde hace años (http://aleph-arts.org/pens/speed.html). Y cada vez agrega nuevas asociaciones. En enero de 2009 montó una instalación en París en la Fundación Cartier, donde hablaba de migraciones y nomadismo. «El sedentarismo y el nomadismo han cambiado de naturaleza. (…) El sedentario es aquel que se encuentra en casa en cualquier sitio, con el móvil (el celular para nosotros), el ordenador, en el ascensor, en el avión o en el tren de alta velocidad. Éste es el sedentario. En cambio, el nómada es aquel que no se encuentra en casa en ningún sitio.» decía desde de las pantallas que formaban parte de su instalación.
Por cierto no es el único que se refiere al tema. El investigador Dan Schiller explica lo que otros llaman adicción a la comunicación constante diciendo que el celular es "un intento de recobrar el control sobre desarrollos no controlables de la sociedad".
Pero hay algo más, una suerte de omnipotencia: la chica del bus controla su pololo, amigo o quienquierasea, para adelantarse al hecho de quedarse en la calle. La mujer joven quiere tener dominio sobre lo que pasa a kilómetros suyo, en un aeropuerto. El hombre enojado quiere manejar a su hermana Y así se va componiendo una suerte de polifonía coral dodecafónica que lo llena todo. El bus, el café preferido del barrio, la micro, el taxi colectivo.
Para bien o para mal no va quedando lugar donde no se escuche un ring tone. Pero quizá haya un conjuro
¡Ya puh!
Porfa…
¿Qué te cuesta?
¡Apaga tu celular!