domingo, 29 de noviembre de 2009

Un hombre, una mujer ... muchos dinosaurios



Hace exactamente una semana, el 25 de noviembre se celebró el Día Internacional de la No Violencia contra las mujeres. En distintas ciudades de Chile hubo marchas y actos alusivos a este hecho que en América Latina alcanza un alto nivel y del cual no nos escapamos

Un informe reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) informa que cuatro de cada diez mujeres sufren violencia machista en Latinoamérica, y casi un 60 por ciento es víctima de maltrato psicológico.La violencia física sufrida por las mujeres va desde golpes simples hasta agresiones severas y un 45% de ellas declara haber recibido amenazas de muerte por parte de sus parejas. En muchos casos, las agresiones se acompañan por una fuerte carga de violencia psicológica y también sexual, hasta el punto que entre el 5% y el 11% de las mujeres dice haber sido víctima de violencia sexual.

En Chile han sido asesinadas más de 500 mujeres desde 2001 a la fecha , dice uno de los panfletos repartidos en este día. No hay cifras de agresiones y si las hubiera nunca darían cuenta de la real situación , porque la denuncia de maltrato todavía no se internaliza como un derecho de cada persona. Ni para mujeres , ni para hombres ....Pero es más grave en el caso de las mujeres por la situación ancestral de sometimiento.


Y también esa otra violencia: la del toqueteo en el TranSantiago en sus primeras semanas de puesta en marcha ( Tuvo que pararlo la propia Presidenta de la República, con amenaza de sanciones). Y la de la descalificación , el gritoneo..
En 2005 se aprobó la Ley 20.066 de violencia intrafamiliar ( http://www.leychile.cl/ ), que encomienda al Servicio de Registro Civil e Identificación llevar un registro especial de las personas condenadas, por sentencia ejecutoriada, como autoras de violencia intrafamiliar. En en 2009 se crearon 59 centros para la acogida de mujeres víctimas de violencia de este tipo. Pero ¿es suficiente? A diferencia de otros países latinoamericanos como Guatemala o Bolivia , Chile no cuenta con una Ley contra el femicidio y el proyecto que el Gobierno envió al Parlamento es objetado por la Red contra la violencia doméstica, porque restringe la punición del delito al ámbito de la pareja.

Gloria Maira, coordinadora de la Red piensa que problema es que "como Estado y como sociedad no terminamos de reconocer la violencia contra las mujeres como un problema de ejercicio de poder que tiene su expresión brutal en el femicidio".
Otra mirada, que no se opone sino que la complementa, es cómo las mujeres nos organizamos y tomamos conciencia de la agresión; como evitamos que ella se produzca visualizando nuestras debilidades y reconociendo nuestros miedos, para que el único freno a la violencia no sea solamente el castigo penal.

Verónica Matus- feminista y abogada que trabaja en el ámbito de los derechos humanos- señala que las conquistas en este plano son el resultado de la acción de los movimientos que han llevado a ver las relaciones entre hombres y mujeres como relaciones entre individuos/as con derechos: "Más en los hechos la sexualidad femenina es aún parte de un intercambio, en el que los hombres dominan, pues está en juego su honor ".

No es antojadizo afirmarlo: basta mirar las causas de tantos femicidios; leer atentamente los libros del cotidiano (quiero decir, ni siquiera hay que ir a la bibliografía especializada) . Puedo aportar un par de ejemplos de lo que he leído hace poco: Sandor Marai "La Extraña; Gao Xingjian "El libro de un hombre solo". Y hay tantos...

El cine también nos provee: desde la desopilante película francesa "La maté porque era mía" (aunque el título sea un mal chiste) hasta la muy decidora española "Te regalo mis ojos".

El tema pasa necesariamente por el aprendizaje mutuo, con todos sus componentes , con todos su alcances , diferencias, referencias y etc. O sea , queda mucho camino por recorrer. Pero los dinosaurios , en este caso, tienen que desaparecer .


miércoles, 25 de noviembre de 2009

A Koss Koster, argonauta de mares tempestuosos


Hace unos años, una periodista me dijo que guardar un archivo de prensa era del todo inútil, porque ahora se podía encontrar todo en Internet. Incrédula me negué a dejar de inmediato los viejos hábitos, pero lentamente fui botando todo hasta quedarme solamente con algunos libros y recortes, más con afán de coleccionista que de otra cosa.

Hoy me reprocho no haber sido más rigurosa. Al cabo de intensa búsqueda en todos los buscadores que conozco no logro encontrar más datos de un periodista al que admiraba, Koss Koster, asesinado en 1982 por el ejército salvadoreño junto a otros cuatro colegas de su misma nacionalidad.

Tan sólo una escueta nota que da cuenta del homenaje realizado por sus colegas salvadoreños recuerda que Koss, Jan Kuiper, Hans Ter Laag y Joop Willemson dieron su vida por testimoniar el horror de lo que ocurría en aquellos momentos en Centroamérica.

Nada dice esa nota de los libros que escribió Koss y tampoco hay un hipertexto que permita llegar a alguno de sus artículos o al contexto en que ocurrió aquél acto de salvajismo. Y yo. migrante incipiente del papel al espacio virtual, no tengo las claves para una navegación exitosa en el profuso mar cibernético. Remo pues, en reversa (como dicen los chilotes en mi país) sin avanzar a destino.

Busco por Arnulfo Romero+ arzobispo, y entonces sí tengo mejores resultados sobre la figura de Koster – más no de sus escritos- y hasta encuentro a Jan Schmeitz, otro periodista holandés que conocí en los 80 y de quien “San Google” me dio su paradero hace unos días.

II
Conocí a Jacobus Andreas Koster, Koss, en una Misa de domingo en la catedral de San Salvador en 1980. Yo trabajaba en una revista con recursos suficientes como para enviarme a esa parte del mundo, dirigida por una mujer que sabía que la única manera de sustentarse en un país donde no se podía escribir de política nacional era teniendo buenos reportajes internacionales. Joven, aventurera y con el gen reportero inoculado desde mi más tierna infancia, no dudé en partir- habiendo previamente sugerido el tema- al lugar donde un Obispo corajudo se atrevía a desafiar al gobierno de facto.

El Obispo Romero hacía misas todos los domingos y sus homilías eran leídas como verdaderos discursos políticos; por tanto, si quería entrevistarlo debía estar ahí. Terminada la liturgia, recibiría un premio entregado por una agencia holandesa. A continuación venía una rueda de prensa y Koss fue el único periodista que llamó la atención por el estado de las cosas en un país al borde de la guerra civil.

Por eso me acerqué a él en el hotel Intercontinental, donde se alojaban los periodistas extranjeros, incluyéndome. No era un hombre muy sociable, pero cuando supo que venía de Chile me orientó sobre lo que ocurría y me dio datos sobre personas que debía entrevistar. Así llegué a Ignacio Ellacuría, un jesuita preclaro que dirigía la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador, y posteriormente al mismo Romero, un hombre de Iglesia con algo de santo.

El asesinato del Arzobispo, una semana después de que lo entrevistara, nos conectó más estrechamente. Recuerdo una de sus cartas, donde hablaba con profundo dolor y rabia sobre este hecho adelantándose quizá a su propia muerte.

Nos reencontramos en Nicaragua, luego en Panamá y después en Chile. Aquí estábamos en plena dictadura, pero había un movimiento que se organizaba y la Iglesia era la única voz que podía desafiar públicamente al poder de facto, mientras que la Vicaría de la Solidaridad el refugio de los familiares de los detenidos desaparecidos, los ejecutados, los presos políticos.

Juntos entrevistamos a Enrique Alvear, otro obispo ejemplar, y fuimos a poblaciones donde su figura de extranjero no pasaba inadvertida.

La última vez que nos vimos, a fines de 1981, quedamos de encontrarnos nuevamente en El Salvador. Pero yo no acudí a la cita, porque mis compañeros me querían luchando acá y no en aquellas tierras de caudalosas tempestades.

III
El día que supe de la muerte de Koss estaba en mi cama, en Santiago, preguntándome si me levantaba enseguida o si me daba un poquito de licencia para permanecer entre las sabanas. En sordina oía el Diario de Cooperativa, programa de radio tan necesario como el café con leche a esa hora de la mañana.

El redoble de tambores me despertó de una vez: el locutor hablaba del asesinato de cuatro periodistas holandeses a manos del ejército salvadoreño. Mi incredulidad era tan profunda que enmudecí por el resto del día.

“Diecisiete personas decapitadas. No se busca a los autores" fue el titular del último artículo de Koos Koster, publicado en el diario holandés Hervormd Nederland, diez días después de su propio asesinato en Chalatenango, un pueblito muy pequeño cerca de San Salvador, donde había estado meses antes con periodistas italianos.

Así era el Koss Koster que conocí: incisivo, escueto, temible con la pluma y la palabra, pero también tremendamente tierno. Jugado en un cien por ciento, porque – como cita Ana Sebastian en su blog - pensaba que “el sobrevir obliga”.

Eso era, al fin y al cabo, lo que nos unía asumiendo en aquellos tiempos riesgos indecibles. En El Salvador conocí el hedor de la muerte junto a los cuerpos que se descomponían tan rápidamente bajo un calor tórrido. Allí también supe que la vida podía acabarse en un segundo si tan solo decías una palabra de más o de menos, o si hacías un gesto que podía parecer sospechoso. Tampoco aquello me era tan ajeno en el Chile de entonces, pero de alguna manera era distinto, porque acá conocías los códigos.

Koos tenía algo de esos profetas del Viejo Testamento que te hacían sentir en falta si no estabas en la línea más radical. Tenía sus razones para la rabia: había visto demasiados abusos, asesinatos, mentiras, componendas.

Era también un hombre de convicciones cristianas, casi cercano al martirologio. Sobre su muerte y la de sus compañeros Ignacio Ellacuría escribió: “Los periodistas holandeses no necesitaban ir a un sitio tan conflictivo, y si optaron por ir a él, es porque pensaron que en El Salvador y en Guatemala, como antes en Nicaragua y en Chile, se está jugando el destino de lo que pueden hacer y de lo que pueden ser los pobres de la tierra. No era mera curiosidad lo que les movía: en la decisión clara de participar en el destino de unos hombres, a quienes no podían considerar ajenos, porque eran hombres y eran hombres oprimidos”.

IV
Después que supe que Koss fue muerto y torturado anduve como alma en pena. Imaginaba la escena, el sadismo militar, la locura . Necesitaba decirle las cosas que habían quedado en el silencio, guardadas para el encuentro que no se produjo.

Lo hice meses después en Hilversun, la ciudad donde se encontraba el canal de televisión para el cual trabajaba y donde me indicaron el camino al cementerio donde lo enterraron. Me senté al lado de su tumba escuchando cantar a los pájaros que celebraban con sus gorjeos la llegada de la primavera. Recuerdo la plena calma de ese sitio despojado de artificios y recordatorios vanos, la sencillez del pueblo, la absoluta ausencia de elementos discordantes.

Lloviznaba cuando volví a la estación para volver a Ansterdan y la blusa hindú que llevaba puesta comenzó a desteñirse dejando surcos rojos en mis brazos y sobre mi pantalón claro. Era, sentí, un simbólico adiós.

Pero Koos había de volver (en verdad nunca se ha ido, porque él es, como dice una canción, de aquellos muertos que alumbran el camino) en momentos de crisis, en sueños, mostrando una playa donde recalar al cabo de un azaroso viaje.

Y se aparece hoy en esos cielos enormemente cambiantes en Santiago y Valparaíso; cielos inéditos en verano a causa de un trastorno climático, nubosamente bellos, impredecibles en sus mutaciones, que me hacen recordar a Centroamérica, sus tormentas tropicales y las crueles masacres de hace casi tres décadas.

viernes, 30 de octubre de 2009

Sinfonía coral dodecafónica


Intento dormir , mientras escucho el diálogo que la adolescente sentada detrás de mío en el bus Santiago Valparaíso sostiene con alguien, ignoto, celular en mano, en un fraseo sincopado
Ya puh
Porfa
Qué te cuesta
Déjame las llaves
¿Qué voy a hacer yo dos horas esperándote?/
Ando con caleta de cosas/un archivador gigante
Ya puh/porfa/ qué te cuesta.


Casi en papalelo, el hombre sentado en el asiento de adelante contesta un llamado. Es su hermana Gabriela, que no puede abrir el notebook donde está su tesis y pide ayuda, porque está en cama con fiebre. Me entero que es su hermana, porque él lo relata a continuación a su madre la que llama,casi enseguida después de cortarle a Gabriela, para decirle que la chica le ha arruinado el fin de vacaciones, que ya no la soporta, que es su carrera no la suya:
“Que se tome una dipirona y un tapsin y que se levante y vaya a un servicio técnico. Es su tesis no la mía y yo plata para la universidad no le doy más. Para ir a la televisión a programas como “Morandé con compañía” no tiene fiebre y se levanta altiro. Pendeja. Y más encima no me ayuda en nada, ni siquiera es capaz de pagarme las cuentas….”
Atrás sigue implorando la chica joven: Ya puh /por fa / qué te cuesta/ es que esta vez es distinto/ pásame las llaves

Miro el paisaje por la ventanilla. Hay sol, pero también nubes. Las montañas se ven semi iluminadas y los tonos verdes se difuminan entre ocres y grises ¡ Son tan lindos los valles de Curacaví y tan poética la cordillera de la costa, vista desde la altura del bus.
Siguen sonando los teléfonos a mi alrededor – ¡¡ son recién las nueve de la mañana!!- , y los diálogos se entrecruzan. “Por supuesto que te van a ir a buscar al aeropuerto, no te preocupes. ¿No ha llegado la señora María Angélica? Ella se va hacer cargo de todo. Sí, habrá alguien con un letrero con tu nombre, supongo. ¿ya retiraste la maleta?” oigo la voz pausada de una mujer joven ,que ocupa su asiento y el del lado con una gran bolso de cuero negro. Ha transformado el espacio en una especie de oficina móvil y mientras revisa carpetas vuelve a su BB (blackberry).

- Agencia? Sí, ¿habrá alguien esperando en el aeropuerto? Ah ¿y tendrá alguna identificación? Claro sí, el nombre. No, está recogiendo las maletas todavía. Sí, ¿la señora María Angélica… está ahí? Ah, qué bueno ….
La masificación de los celulares ha transformado los viajes. Antes uno leía, dormía o miraba el paisaje; de vez en cuando un compañero/a parlanchín te daba la lata. Hoy los viajes son promiscuos y quieras o no te enteras de cosas insólitas. Te queda solo el recurso del audífono, para aislarte o un gran poder de concentración. La oficina se traslada al bus y la familia se sube entera gracias al portable.
La cantidad de teléfonos celulares en Chile llegó a 15,88 millones a finales de 2008, según datos que entregaron a comienzos de 2009 las principales empresas del sector. El número de habitantes del país es de unos 16,2 millones. Saquen la cuenta: casi uno por persona

En comparación con 2007 ha habido un aumento del 8,8 por ciento; bastante más que el crecimiento de la economía nacional.
Otra información dice que la tasa de penetración en el mercado de la telefonía móvil aumentó en más de un 60 por ciento en diez años. Y es casi el doble que en países como Argentina,, Brasil y México y muy parecida a la de Japón y Corea.

Nada de raro entonces que en un simple viaje Santiago Valparaíso (o viceversa) puedas escuchar tantas conversaciones a la vez. Fantaseo con la idea de escribir una obra de teatro, un guión para una película. En fin.
En un viaje en tren entre Stuggart y París en el compartimento vecino al mío, viajaba un señor que daba órdenes a una mujer más joven que debía ser su secretaria. Trabajaron todo el trayecto; él leía documentos y de vez en cuando pedía que le hicieran llamadas; cotizaban precios, pedían presupuestos hablando indistintamente en francés y en alemán. Eso fue hace menos de diez años y me pareció asombroso. Hoy la escena se repite en cualquier café de Santiago (con o sin secretaria). Pero aún el tren conserva algo de privacidad (pero ya casi no tenemos viajes largos de tren. La última vez que tomé trenal sur, hace dos años, fue una verdadera aventura).

Paul Virilio, el urbanista y arquitecto francés que ha escrito sobre la velocidad y el vértigo que traen aparejadas las nuevas tecnologías viene advirtiendo sobre esta “catástrofe” desde hace años (http://aleph-arts.org/pens/speed.html). Y cada vez agrega nuevas asociaciones. En enero de 2009 montó una instalación en París en la Fundación Cartier, donde hablaba de migraciones y nomadismo. «El sedentarismo y el nomadismo han cambiado de naturaleza. (…) El sedentario es aquel que se encuentra en casa en cualquier sitio, con el móvil (el celular para nosotros), el ordenador, en el ascensor, en el avión o en el tren de alta velocidad. Éste es el sedentario. En cambio, el nómada es aquel que no se encuentra en casa en ningún sitio.» decía desde de las pantallas que formaban parte de su instalación.
Por cierto no es el único que se refiere al tema. El investigador Dan Schiller explica lo que otros llaman adicción a la comunicación constante diciendo que el celular es "un intento de recobrar el control sobre desarrollos no controlables de la sociedad".
Pero hay algo más, una suerte de omnipotencia: la chica del bus controla su pololo, amigo o quienquierasea, para adelantarse al hecho de quedarse en la calle. La mujer joven quiere tener dominio sobre lo que pasa a kilómetros suyo, en un aeropuerto. El hombre enojado quiere manejar a su hermana Y así se va componiendo una suerte de polifonía coral dodecafónica que lo llena todo. El bus, el café preferido del barrio, la micro, el taxi colectivo.
Para bien o para mal no va quedando lugar donde no se escuche un ring tone. Pero quizá haya un conjuro
¡Ya puh!
Porfa…
¿Qué te cuesta?
¡Apaga tu celular!

sábado, 3 de octubre de 2009

Mil tambores


Valparaíso tiene vocación de tamborileo. Quizá por los impresionantes desfiles del 21 de mayo (hay que estar en uno de los cerros en las semanas previas, durante los ensayos de domingo, para entenderlo) . O por el constante azotar de las olas en las rocas de la costanera. O por ese aire de provincia que no lo abandona.

Como sea, desde hace una década se han ido configurando verdaderas cofradías que hasta hace poco tenían su centro de entrenamiento en los patios de la ex Cárcel y que se sumadas a otras expresiones dan origen a un carnaval que se despliega en octubre por las calles de Valparaíso . Pamparaparapam , todos a una y todas también , que no es cosa solo de hombres.
Así se ha ido dando la fiesta, el desfile otro, sin marchas militares ni aires marciales. Agregando colorido y bailes. Alegría pura que anticipa la otra gran celebración callejera, la del Año Nuevo.
El viernes partió el carnaval Mil Tambores que se extenderá hasta el domingo. A las cinco de la tarde comenzaron a bajar del cerro Playa Ancha (lugar donde se encuentra el Centro Cultural que lo organiza) y se fueron desplegando por la estrecha calle Esmeralda. Hasta leones de papel al estilo de los de la opera china había. Y chicos pintados al modo pascuense; chicas vestidas como “chinas” de carnaval altiplánico; malabaristas; danzarinas intentando dar con el paso de la samba o meneando la cadera al son de una cumbia. Músicos y músicas compenetrados con sus bronces. Y transeúntes contagiados con tanta algarabía: “´Viste a las viejitas que no se aguantaron y se metieron al desfile para bailar un pie de cueca?” , le escuché decir a un par de adolescentes pintadas.

Un perro amarrado a un tarro de basura frente al Café del Poeta no lo estaba pasando muy bien. Pero sí los niños encaramados en los hombres de sus padres, temerarios, trepados en gradería en la Plaza Anibal Pinto.

Hay olor a marihuana y cerveza- era que no! Challa, globos, banderas. Y ritmos, muchos, diferentes. Porque también Valparaíso tiene vocación de diversidad y de jolgorio. Qué duda cabe!

Más sobre Mil Tambores

Carnaval de los Mil Tambores comienza en 1999 como reivindicación de un grupo de jóvenes y artistas locales que querían recuperar los espacios públicos para el arte y la cultura y revivir el tradicional carnaval de la primavera de Valparaíso. Se han ido sumando delegaciones de otras ciudades y países , coordinadas por el Centro Cultural Playa Ancha.
Aunque comenzó siendo una actividad autogestionada , han recibido apoyo de fondos públicos y este año ganaron una apreciable suma de dinero de la línea Bicentenario del Fondo Nacional para el Desarrollo de la cultura y las artes ( Fondart).

viernes, 2 de octubre de 2009

Extensión de la Muestra de dramaturgia europea
Idilio, el romance del grupo la puerta con el teatro.

Durante agosto Luis Ureta, director de la Compañía La Puerta , tuvo un doble desafío: montar un texto inspirado en un clásico de una obra chilena, La plaga (basada en una obra de Sieveking) y uno de dramaturgia contemporánea europea, El idilio final, del suizo Jans Nielsen.
Fue una exigencia mayor y en un momento pensó que hacer ambas cosas era casi un irresponsabilidad, según dijo en la conversación que sostuvo con Javier Ibacache en el diálogo a posteriori de la presentación del semimontaje del texto europeo, en Valparaíso (30 de septiembre) Pero, añadió sobre la marcha, a la gente de teatro le hace falta la adrenalina y como él ha participado otras veces en el Festival de Dramaturgia Europea ya conoce la dinámica (le faltó contar que también esta ha sido la dinámica de la Muestra de Dramaturgia Nacional, donde él fue director artístico durante dos años y donde también ha dirigido obras tras breves semanas de preparación).
Como sólo ví Idilio, no puedo opinar sobre el resultado total y nunca sabré si Ureta logró cabalmente su cometido. Con la obra suiza le ha ido bien tomando en cuenta las particularidades del sistema de la puesta en escena (actores y director tuvieron solamente tres semanas para poner en escena el texto): un crítico conocido destacó su trabajo como uno de los mejores del festival (“delirante y mordaz farsa paródica” dijo de la obra) y parece que lo mismo opinó el público porteño mayoritariamente joven, que se mantuvo cautivo en las cómodas butacas del Aula Magna de la Universidad Federico Santa María.
Sobre la hilaridad del texto no me quedaron dudas: detrás de mí un señor no paró de reírse. También hubo desconcierto frente a la constante descontrucción del tiempo apelando incluso a recursos de la televisión como los apuntadores electrónicos que suelen usarse en la televisión .En el mismo montaje el director alude al hecho, cuando uno de los personajes dice que se echa de menos una puesta en escena al estilo clásico, pero bueno, montar un clásico como se debe requiere tiempo, recursos y excelencia.
De todas formas el semi montaje de Idilio Final es acertado y llega al público. La gran pregunta que se platea el autor- ¿qué ocurre con una familia cuando desparece el padre? Tiene en cierto modo una respuesta universal. Y esta familia disfuncional que pretende ser un modelo ideal también tiene sus ecos
Una particularidad del montaje es la constante alusión a animales que casi forman parte casi de la familia. Me hizo recordar una novela del japonés Haruki Murakami (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo) y sus menciones del animismo, propio del sintoísmo; su descripción sobre la soledad de los personajes, la extensión de la búsqueda de un significado más allá de lo evidente. Incluso la inmersión del padre enla pecera podría asimilarse a aquella del personaje que se mete en el pozo para saber de sí Quizá por eso no me reí tanto como mis vecinos.
Alguien del público dijo en el diálogo después de la puesta en escena que se había sentido muy interpretado por la obra, porque había recordado lo que había ocurrido en su familia cuando murió su padre. Fue un testimonio conmovedor y eso para un director debe ser un logro, imagino. Otros preguntaron por las dificultades de montar en Chile un texto escrito en otro idioma; por el desafío de memorizar en tan escaso tiempo; por el método usado por el director. Todas las preguntas fueron respondidas generándose un clima casi cómplice entre actores y espectadores.
Fuera de cuadro, perdón me pasé al cine nuevamente, compruebo la necesidad de generar todas las extensiones culturales posibles a regiones (más que extensiones, eso me suena a peluquería, auténticos esfuerzos de generación de polos de desarrollo cultural) y también más allá de los puntos clásicos de la metrópolis. Pero ojalá con continuidad, con seguimiento, con mayor difusión y, como en esta ocasión, tanto mejor si hay un diálogo donde el público pueda conocer más de la obra, del método de trabajo de la compañía, y al mismo tiempo expresarse y ser escuchado.


Acerca de Luis Ureta. Nació en Santiago el 3 de octubre de 1967. Actor y licenciado en artes con mención teatral de la Universidad de Chile. Además de dirigir la Compañía “La Puerta” entre 1990 y 2005, es profesor. Ha recibido premios al mejor texto, montaje y director en variadas ocasiones. Y la compañía La Puerta, entre cuyas integrantes originales destaca la notable Roxana Naranjo, recibió este año un Fondart Bicentenario para su consolidación.