miércoles, 10 de febrero de 2010

Archivos de Inés Paulino: Ni penas ni olvidos


Cuando Inés Paulino comenzó a trabajar en la revista APSI en Chile recién se iniciaban las manifestaciones públicas contra el régimen de Pinochet, los partidos se rearticulaban y el mundo de la cultura se las arreglaba para sobrevivir en un régimen de abierta represión.


Inés, en aquella época, enfrentó el riesgo de todos quienes fuimos requeridos o nos sentimos llamados a documentar el acontecer político; pero también, y en la medida que el tiempo avanzaba, estuvo en el centro de la creatividad, retratando a Enrique Linh, a Nicanor Parra, a Diamela Eltit, a Enrique Zurita, a Eugenio Dittborn, a José Balmes, a Lotty Rosenfeld, a Gracia Barrios y a tantos otros y otras, que por entonces constituían el núcleo de la cultura opuesta al estándar oficialista.


Trabajé con ella a mediados de la década de los 80 y muchas veces nos tocó ir juntas a tal cual funeral, tal o cual protesta o celebración. Partíamos con la cabeza gacha, arrastrando los pies por Bellavista sintiendo que ya no queríamos seguir siendo testigos de tanta brutalidad.


Pero en la dicotomía de la vida había acontecimientos donde Inés brillaba y a los cuales acudía, confesadamente gustosa, para registrar con su cámara análoga acciones de arte – tampoco exentas de riesgo- entrevistas a personajes del mundo político, cultural o religioso, dando pie a encuentros notables con quienes se entregaban rendidos a su simpatía y a las órdenes dictadas con el acento portuñol que nunca ha abandonado.

Del mundo político posaron frente a su cámara desde Onofre Jarpa a Ricardo Lagos; y del mundo cultural la mayoría de los que entonces tenían algo que decir a favor de la expresión censurada. Y es que junto con cumplir el rol de fotógrafa Inés era parte de ese mundo, que a veces trasladaba a la señorial casona que compartía en Pedro de Valdivia.

Terminada la década de los 80 y ya en los albores de la lenta recuperación de la democracia, la revista se cerró – como todas las de su género y de signo de izquierda- e Inés comenzó a trabajar como free lance. Muchos de sus archivos inéditos fueron guardados en una maleta, protegidos frágilmente como se hacía en aquellos tiempos precarios en que nadie ni nada tenía garantizado su paso a la posteridad.

Pasó más de una década antes que otra fotógrafa, Diana Duhalde, hurgara en aquel cofre descubriendo “tesoros” que a cualquiera que quiera investigar aquella época haría relamerse de gusto. Con la mirada de archivista – no en vano Duhalde estudió Bibliotecología recién salida del colegio- mezclada con la de historiadora, más la sensibilidad de años tras el lente sacó a la luz estos registros (cosa que algún día a lo mejor hace con los propios) con la certidumbre de que “una colección del tipo que creó Inés Paulino, posee características que la convierten en patrimonio cultural del pueblo de Chile" (esto último forma parte de su presentación del proyecto que postuló y ganó un Fondart en la línea de rescate de patrimonio inmaterial en 2009).

Conocí parte del trabajo mientras se desarrollaba el lento proceso de escanear, clasificar, recordar, limpiar, editar. Mirando aquellas fotos descubrí personajes hoy desaparecidos como José Donoso o Enrique Lihn y otros que hoy juegan un rol no tan distinto al que les mereció ser capturados por el lente de Paulino, pero entonces en circunstancias bastante menos aplaudidas. Allí están para la historia situaciones de una épica olvidada- no para quienes las vivimos- en fotografías que por sí solas describen un paisaje político complejo, denso, ominoso.

La notable filósofa alemana Hannah Arendt escribió “la memoria da profundidad a la existencia” y eso es algo que nadie debiera desconocer por doloroso o vergonzante que le sea el recuerdo.
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