sábado, 20 de agosto de 2011

Raúl Ruiz, Genial y gentil


Hace un par de horas veía a ratos "Palomita Blanca", película con la cual Televisión Nacional decidió rendir homenaje a Raúl Ruiz muerto esta mañana de neumonía en París (http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=234378&id=442819&dis=1&sec=12), mientras revisaba una nota publicada por la revista Cultura, de la Secretaría General de Gobierno en la que se comentaba sobre sus "silenciosas gestiones" para lograr que los chilenos supieran que "Palomita Blanca" era solamente una muestra de su universo visual , que por entonces llegaba a 97 películas.

Ese texto fue escrito en 1997, año en que Ruiz recibiera el Premio Nacional de las Artes de la Representación, reconocimiento criticado por los envidiosos de siempre, que aludieron como impedimento su larga residencia en Francia, país que definitivamente lo adoptó.

La primera vez que supe de la existencia de Raúl Ruiz fue a través de Carlos Flores del Pino (http://www.consejodelacultura.cl/200709/pausa8.pdf), a la salida del Centro Georges Pompidou, en Paris. Unos cinco años más tarde pude ver una de sus películas más celebradas en un cine arte de Buenos Aires, cuando Argentina recuperaba su democracia y nosotros seguíamos bajo la sombra ominosa de Pinochet. “Las tres coronas del marinero”, de Ruiz, (http://www.memoriachilena.cl/temas/dest.asp?id=raulruizcoronas), figuraba en un ciclo de maestros al lado de “Solaris”, de Andrei Tarkovsky , quien al igual que nuestro compatriota tenía su propia teoría sobre el tiempo (http://www.andreitarkovski.org/biografia.html).

En 2003 y con ocasión del rodaje de “Cofralandes”, un conjunto de cortometrajes coproducida por el Ministerio de Educación (http://www.hispashare.com/?title=8892), entrevisté al reconocido cineasta, para la misma revista Cultura. Con la complicidad del productor general, Christian Aspee, accedí al rodaje de uno de los capítulos de la serie en un lugar cerca de Talagante. Allí estaba Ruiz, con las mangas de la camisa arremangadas y un sombrero de paja para protegerse del sol, dirigiendo a Nestor Cantillana caracterizado de peón de campo que logra engañar al diablo. A ratos, después de rodar una escena el joven actor o con iabel y Angel Parra (también parte del elenco) Ruiz paraba la filmación y caminaba de un lado a otro sin hablar con nadie (él se encargó de decirme luego que esa era su forma de pensar una alternativa, cuando había algo que no le gustaba del plan trazado) mientras el equipo técnico esperaba las órdenes que Ruiz daba con un tono respetuoso, casi gentil, característica muchas veces recordada por actores como Catherine Deneuve, una de sus musas, o John Malkovic.

Años después volví a entrevistarlo para "Cuadernos Chilenos", en el café Normandie donde me dio cita a eso de las once de la mañana. A diferencia de la vez anterior, en esta ocasión no había más periodistas esperando y pudimos hablar larga y distendidamente. Aunque tratándose de un encuentro de trabajo resultaba difícil bajar la guardia frente a alguien que disparaba conceptos y citaba autores sin mediar tregua alguna.

En el último tiempo Ruiz visitaba Chile cada año, a veces en más de una ocasión; y si antes lo hacía casi en secreto, luego del Premio Nacional y de "Cofralandes"( o Rapsodia chilena , que fue el nombre que adoptó ese trabajo), cada vez que pisaba Chile era esperado por sus amigos y periodistas para los que habitualmente disponía de tiempo. Así retornó lentamente a Chile, aunque no lo hiciera de cuerpo presente, y llegó a ser más conocido en el país donde nació y que dejó- al igual que casi todos los cineastas de su generación que partieron al exilio- para el golpe de estado de 1973. También, consagración en los circuitos más importantes de la industria audiovisual mediante, pudimos ver en las pantallas de cine y en tvcable unas cuantas películas más de su vasta filmografía. Pero más allá de los filmes consagrados por la industria, aquellas más experimentales e incluso la serie “Recta Provincia”, que transmitió Televisión Nacional (a un horario nada de accesible) han sido vistas por un escaso público.

Y es que decir que las películas de Ruiz no se entienden es ya un tópico y las más de las veces resulta una respuesta elusiva frente a la incapacidad o flojera de reflexionar, o de invitar a hacerlo, o la costumbre de ver el cine como un mero objeto de entretención.

Ruiz, en todo caso, era un personaje en sí mismo y escucharlo hablar era como asistir a una cátedra, aunque su ironía derivara a veces hacia pendientes que generaron rencores irresueltos y sus declaraciones sonaran desproporcionadas. Nunca lo fueron en verdad, porque aparte de ser memorioso leía cantidades y observaba mucho.

Hoy pasé por el Normandie, un lugar que frecuentaba en Santiago y donde los mozos lo recuerdan con cariño, para brindar por él. Justo acababan de traer la copa de vino, cuando apareció un amigo fotógrafo con el que no hablaba hace años. Brindamos juntos por este realizador que se dio el gusto de hacer películas sin pretensión de ganar dinero ni llegar a muchedumbres, sino por el el solo placer de probar sus tesis sobre la polisemia visual y llevar la contra al sistema hollywoodense (“sin nunca plantearse la pregunta de saber si será seguido, si el público comprenderá, si incluso habrá para eso un público, si incluso el film será exhibido”, como escribió Pascal Bonitzer para Cahiers du cinema). Por el director subversivo del orden y las jerarquías , y también -especialmente- por su mirada lúcida, y a ratos implacable, con la cual desguazó el “ser” chileno reconstruyéndolo con una distancia y un cariño, que no nos tenemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso artículo, oportuno, lúcido y cariñoso... gracias,
Maga