Flores blancas, muchas flores blancas, rodeaban hoy el ataúd de Maite Fernández ubicado en una de las salas del Sindicato de Actores, en el barrio Bellavista. “Allí está sonriendo” me dice Agave una de sus hijas, también de albo traje, sentada en una de las graderías de la sala.
Hay actores y parientes sentados a su alrededor. Chicas jóvenes, señores, señoras. Han colgado fotos de la actriz en distintas etapas de su vida, en diversas obras. Al lado del ataúd resalta una gran corona del ICTUS , grupo de teatro donde trabajó por años . Un cuaderno a la entrada de la sala recibe los los testimonios de sus alumnos y compañeros de tablas.
Maite Fernández tenía 86 años y trabajó en teatro hasta que le descubrieron el cáncer que terminó con su vida. La última vez que la vi, en su casa cerca del Estadio Nacional, conversamos de lo duro que resulta hacer teatro en este país (pese a lo cual, admitió, nunca lo dejaría) , de política contingente, de familia y de lejanías.
Dos años antes, en 2007, la había entrevistado para una nota que publiqué en Cultura y Género una sección que creamos en el web del Consejo de la Cultura, hoy desaparecida como tantas otras cosas y que copio a continuación.
Maite Fernández es una de las actrices de mayor vigencia del teatro chileno. Desde mediados de abril y hasta la primera se mana de mayo presentó en la sala de Sidarte la obra Fatiga de material, uno de los últimos textos que su amigo Jorge Díaz escribió especialmente para ella, en 2006.
Ganadora de numerosas distinciones (el Altazor a la mejor actuación, en 2001, entre otros http://www.premioaltazor.cl/maite-fernandez-santas-virgenes-y-martires/ ) a lo largo de su carrera ha pertenecido a tres grupos de teatro fundacionales: el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, donde se inició en las tablas, el Teatro Teknos de la Universidad Técnica del Estado (hasta 1973) y el ICTUS. Fue allí donde conoció al arquitecto y dramaturgo Jorge Díaz con quien forjó hizo una profunda amistad y estrecha relación de trabajo.
Díaz escribió para ella siete obras que ha montado, desde 1991, con su grupo de teatro La Ventana: Canción de cuna para un anarquista, Santas, vírgenes y mártires, son dos de las piezas que creó en su máquina de escribir, "porque nunca se rindió ante un computador", cuenta Fernández.
Desde la Patagonia
Compositora (aunque se reconoce analfabeta musicalmente), autora de dos libros de cuentos y sobre todo actriz, Maite Fernández (nacida Mabel) creció en Comodoro Rivadavia, en el seno de una familia de inmigrantes que durante la guerra civil de España adhirió al bando republicano.
Cuando cumplió 20 años la joven sureña quiso ampliar su horizonte y viajó a Buenos Aires para continuar estudiando, cosa nada fácil en aquella época para alguien de escasos recursos (años 40), así es que durante el día trabajaba en una fábrica de radios y por la tarde asistía al aula.
"Un día uno de los profesores nos contó que Juan Ramón Jiménez, el gran escritor español, se encontraba en Buenos Aires y que haría una antología de jóvenes poetas argentinos y uruguayos; fuimos a su casa y a él y a su mujer les hizo mucha gracia que una negrita patagona que trabajaba de día y estudiaba de noche, también escribiera y además que fuera republicana como ellos. Yo ya había escrito un libro, así es que prontamente fui incluida en esa antología de poetas desconocidos".
En una de las veladas con Jiménez conoció a la escritora chilena Margarita Aguirre (secretaria de Neruda y autora de una biografía del poeta) y fue ella la que la impulsó a hacer teatro, cuando Fernández se vino a Chile (1949).
En el Teatro Experimental de la Universidad de Chile inició una carrera de más de cincuenta años en la actuación. Del Ituch (teatro de la Universidad de Chile) se fue al Teknos, el teatro de la Universidad Técnica, y trabajó allí diez años. Posteriormente, tras quedar cesante por el golpe de estado de l973, entró al teatro ICTUS, donde se reencontró con Delfina Guzmán, a quien había conocido en la U. de Chile. En esta compañía actuó con Nissim Sharim, Carlos Genovese, José Secall, Jaime Celedón y Jorge Díaz. Con este último desarrolló una estrecha relación que duró hasta la muerte del dramaturgo.
Cuando el ICTUS ya no pudo seguir manteniendo un elenco estable Maite Fernández creó su propia compañía itinerante, La Ventana, grupo con el que se da "el lujo" de seguir haciendo teatro. "Un lujo, porque a menudo gastamos más de lo que ganamos”, dice.
Así era Maite Fernández. Así su amor por la actuación.
2 comentarios:
uyyyy!! tremenda mujer.
Que penita, una grande que nos dejó su humor, esfuerzo, tesón y amor por las tablas.
Publicar un comentario